Metamorfosis

No sé si será porque me estoy haciendo mayor o porque son muchas las ostias que me he llevado, pero cada vez tengo más claro que un proyecto que siga una metodología adecuada sale mejor que uno que no la tenga.

Cuando empecé a trabajar (y no tan en los inicios), me podía la impaciencia de ver el producto solicitado funcionando, aunque fuera en versiones «pre-pre-alfa», olvidando que los requisitos de un proyecto es un chicle que se hace más complicado de masticar, conforme avanza el proceso de desarrollo de software. También me perdía el hecho de querer ser creativo y tapar los huecos en la definición de la funcionalidad con cosas de mi cosecha.

Si hay algo valorable en la experiencia laboral es que con el paso de los años, puedes ver qué prácticas funcionan mejor y peor y además puedes ver en tus unidades de red o en tu ECM, la evolución de la gestión de la configuración de tus proyectos y ver que hay desde áreas de trabajo o carpetas en blanco, pasando por otras desordenadas y con documentación poco trascendente y en otras donde la cosa está un poco mejor.

Cuando hablo de calidad en los desarrollos, planificación y disciplina en los proyectos, lo digo porque he podido comprobar que funciona. No es la piedra filosofal, ya que para que un proyecto salga bien tienen que ocurrir muchas cosas, pero por lo menos hay que intentar que lo que dependa de uno siempre esté presente.

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