Supongamos que diez personas tienen que construir desde cero una máquina. Cada uno puede ser tremendamente productivo a la hora de realizar sus tareas, sin embargo el trabajo del conjunto no tiene porque serlo ya que lo mismo la mayoría de las piezas realizadas no encajan o son incompatibles.
La productividad de un equipo de trabajo o generalizando, de una organización, no solo viene motivada por la productividad individual de cada empleado sino por la capacidad de obtener el máximo provecho posible de esa capacidad, talento y motivación individual dentro de un contexto en el que el todo sea superior que la suma de las partes.
La productividad individual, por tanto, es una parte importante pero no decisiva si la gestión no es buena. Y me centro en la gestión porque determinado tipo de actitudes en un equipo de trabajo son responsabilidad de las personas que la realizan pero también de quien se la consiente.
Es decir, si no hay comunicación, si no hay cooperación a nivel de grupo o de determinadas personas del mismo el gestor debe intentar ponerle solución y no dejarlo ir, ya que este tipo de situaciones al final no solo termina dañando la productividad del equipo sino también las productividades individuales de sus componentes, por lo que el daño es doble.