La innovación, el progreso y nuestra propia evolución personal y profesional solo son posibles desde el cambio. Puede ser disruptivo o más pausado y supone el abandono de un estado para pasar a una siguiente fase.
Precisamente la dificultad del cambio se encuentra en la necesidad de dejar de lado o reformular determinadas ideas y concepciones, así como aceptar que otras opciones son posibles.
Esto resulta muy complicado cuando se trata de conocimientos o experiencias adquiridas en tu etapa formativa o dentro de tu experiencia profesional, que además se encuentran consolidadas dentro de tu entorno, lo que las convierte prácticamente en un dogma.
En este contexto, toda idea que sugiera un cambio encontrará con la resistencia de ese entorno, ya que no entiende la necesidad de salirse de la ruta establecida y con nuestra propio temor por haber iniciado una línea de actuación diferente, un nuevo camino en el que tal vez, al principio, estemos solos.
Precisamente, uno de los principales problemas de la implantación de enfoques y estrategias ágiles en las organizaciones lo encontramos en la negativa a considerar nuevas alternativas al desarrollo de software que vayan más allá de las tradicionales y de los procedimientos que ya se encuentran establecidos, ya que al fin y al cabo, con más o menos éxito, con más o menos coste, con más o menos sacrificio, son las que se han aplicado hasta ahora y la organización sigue funcionando, de hecho ese será el principal argumento esgrimido tanto exteriormente como internamente (cuando lo estén analizando) por los principales detractores al cambio.
El británico John Maynard Keynes es considerado como uno de los mejores economistas de todos los tiempos y una de las personas más influyentes del siglo pasado. Sobre la dificultad que suponen los cambios realizó la siguiente reflexión: «La dificultad no consiste tanto en el desarrollo de nuevas ideas como en escapar de las antiguas».