Yo no soy de prohibiciones, soy de responsabilidades. Independientemente de que yo en mi trabajo voluntariamente no acceda a redes sociales, no conteste correos personales, no lea la prensa digital o en papel, no lea mis feeds o no escriba en mi blog (ninguno de los más de 1700 artículos que tengo ya publicados han sido escrito en el trabajo), etc… no quiere decir que no admita o comprenda que otras personas lo hagan, pero siempre dentro de unos límites razonables, sin caer en el abuso.
Cuando una persona abuse de esto hay que cortar eso cuanto antes, ya que si se sabe y se admite se está transmitiendo un mensaje a esa persona y a los demás de que esa conducta es aceptada y te encontrarás con que cada vez más personas caerán en ese abuso (teoría de las ventanas rotas, ver también artículo «Productividades comunicantes«).
Lo anterior no será el único problema, hay otro todavía peor y es que ese tipo de actitudes que son conocidas por prácticamente todos en la organización terminan por quemar cada día más a todas esas personas que intentan ser productivas en su trabajo, las cuales llegado un punto terminarán por bajar su rendimiento o se marcharán.
¿Puede una organización admitir que una trabajador dedique casi la mitad de la jornada laboral (cuando no más) a realizar actividades que nada tienen que ver con su trabajo?. ¿Admitirías que se pusiera a jugar a las cartas a media mañana en su puesto de trabajo o se pusiera a jugar con su consola portátil?, ¿por qué admites entonces que realice otro tipo de actividades en las que se pierde tanto o más tiempo que en éstas?.
El trabajo no es una extensión de tu casa, como tu casa no debería ser una extensión de tu trabajo, por lo que de igual manera que no se va a trabajar en zapatillas y pijama, tampoco se deberían admitir abusos de este tipo por parte de nadie, sin excepciones. La excepción en estos casos, empieza siendo un agujero muy pequeño que termina convirtiéndose en un arcoíris.