La productividad y la teoría de las ventanas rotas

La teoría de las ventanas rotas tuvo su origen en un artículo escrito por George L. Kelling y James Q. Wilson que apareció en prensa en el año 1982.

¿En qué consiste?. Lo describen de la siguiente forma:

«Consideren un edificio con una ventana rota. Si la ventana no se repara, los vándalos tenderán a romper unas cuantas ventanas más. Finalmente, quizás hasta irrumpan en el edificio, y si está abandonado, es posible que sea ocupado por ellos o que prendan fuegos adentro.

O consideren una acera. Se acumula algo de basura. Pronto, más basura se va acumulando. Eventualmente, la gente comienza a dejar bolsas de basura de restaurantes de comida rápida o a asaltar coches.»

Básicamente lo que vienen a decir es que elementos contaminantes en cualquier ámbito favorecen la aparición de nuevos elementos contaminantes.

Si nos llevamos esta teoría al funcionamiento de los equipos de trabajo en las organizaciones, estaríamos ante el caso de que personas no productivas tienden a hacer menos productivas a las personas que tienen a su alrededor y a todos aquellos que se vayan incorporando a la organización.

A los primeros porque salvo que estén muy motivados, terminarán por cansarse de ser ellos los que se implican y los que se preocupan y a los segundos porque se encuentran ya con esa situación, no tienen un buen ejemplo, es decir, si llegan a un departamento donde la mayoría pasa un 25% de su jornada laboral navegando por Internet, participando en redes sociales o escribiendo/contestando correos personales, probablemente terminen adquiriendo esos hábitos, al fin y al cabo es la situación normal en ese entorno laboral (lo anormal, es precisamente no hacer eso), otro posible ejemplo es que si en un departamento no se toman medidas contra aquellos empleados que no cumplan objetivos (por ejemplo que pese a ello se les siga promocionando), lo que vendrá a continuación es que cada vez sean más los que los incumplan porque al fin y al cabo no pasa nada.

Desde mi punto de vista, en cada organización es necesario mantener un orden y para ello es necesario que los trabajadores tengan unas condiciones laborales basadas en hechos objetivos, esto no es lo mismo que condiciones rígidas. Quien las incumpla, debe ser advertido, si las sigue incumpliendo lo mejor es que salga de la organización, tanto por el hecho de no estar respetando las condiciones que se le hayan planteado como para evitar que su conducta contamine a más personas.

9 comentarios
  1. Estando más que de acuerdo contigo en lo esencial. Yo añadiría que, además de establecer unas condiciones basadas en objetivos, hay que mantener, desde la dirección, una tarea «educacional».

    Porque a nadie le gusta vivir en edificios de ventanas rotas ni en ciudades de aceras sucias. Pero alguien ha de advertir de que eso está pasando y yo confio siempre en que el propio personal reaccione ante esta situación, ayudando (a veces con mucha ilusión) a cambiar las ventanas, a limpiar las aceras…

    Eduquemos y conciencemos a los equipos y muchas conductas «nocivas» desparecerán

    • jummp dijo:

      Estoy de acuerdo contigo en que los propios equipos pueden ser motores para que aquellos integrantes menos afines a la causa estén más comprometidos. Eso sería la teoría de las ventanas rotas pero al reves, es decir, si la mayoría hace un esfuerzo por remar en la dirección correcta hará que los demás tiendan poco a poco a unirse a ellos.

      Que eso funciona con algunas personas no me cabe duda, pero hay otros que ni por esas y son precisamente esos los que tras ser debidamente advertidos, tras intentar modificar su comportamiento y no conseguirlo, deben salir de la organización por el bien de la misma porque no se trata de elementos aislados que nadie ve y que a nadie influyen.

  2. Alejandro dijo:

    Realmente es lo que la sabiduría popular siempre ha llamado «una manzana podrida».., ésta pudrirá las demás, no se volverá sana…

    Saludos

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