Simplicidad vs Desperdicio

No solo se trata del síndrome de la última versión sino que también nos lo encontramos en cualquier evolución del software (o en un desarrollo desde cero) cuando desde un principio se quiere tener una primera versión operativa del producto con demasiadas funcionalidades (digo demasiadas y no todas).

En mi opinión, la primera versión operativa debe tender hacia el menor número de funcionalidades necesarias, buscar el pragmatismo y la simplicidad aún a costa de tener una versión que tal vez no termine de satisfacer completamente al usuario (hay que tener en cuenta que, en cualquier caso, la decisión sobre la línea de desarrollo del producto recae en el usuario y de él dependerá hasta que punto se deja asesorar y qué considera como mínimo imprescindible).

A partir de esa versión toca iterar y seguir evolucionando el producto, siempre con la simplicidad como referencia.

¿Por qué lo simple como referencia? Porque es más sencillo llegar así hacia una solución más compleja, gracias al feedback obtenido por los usuarios y por el aprendizaje que se va obteniendo a todos los niveles mientras se desarrolla el producto y también porque en el caso de descubrir que el enfoque no es adecuado se ha desperdiciado menos esfuerzo en tareas que se podían haber evitado.

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