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Archivos diarios: marzo 15, 2013

Jerry Weinberg considera que: «Cualquiera que haya visto a un programador trabajando… sabe lo que es la programación en sí, si al programador se le da la oportunidad de hacerlo a su manera, es la mayor motivación que puede tener el programador».

Podemos extender la reflexión de Weinberg al concepto de desarrollador.

Estoy de acuerdo si bien es importante diferenciar autonomía de anarquía. Trabajas de manera autónoma si se te indican cuáles son tus objetivos (o bien desde tu rol en el proyecto o en la organización te los defines tu) y conociendo y respetando las reglas del juego (procesos, enfoques, metodologías, estrategias de diseño, herramientas, etc…) además de tener siempre presente que trabajas en equipo tienes libertad para realizar la solución.

Para que exista autonomía es necesario que las reglas del juego den el suficiente margen de maniobra. También es necesario entender que lo mismo todos los roles (y dentro de cada rol las personas que lo componen) no tienen la misma autonomía para realizar su trabajo ya que dependerá del tipo de proyecto, del tipo de sistema que se desarrolla, de las propias reglas del juego y de la experiencia y conocimientos del desarrollador.

El trabajo que se realiza de forma autónoma motiva y por eso es importante desarrollar este esquema de trabajo. Es cierto que al principio costará un poco que la maquinaria funcione ya que será necesario que cada uno entienda que la autonomía implica responsabilidad contigo mismo, con tus compañeros y con el proyecto y para que se pueda trabajar de manera adecuada hay que respetar las reglas el juego.

Hay quien se pierde trabajando de esa manera pero principalmente es provocado por el hecho de no entender o eludir esa responsabilidad y por la falta de una visión colaborativa en el desarrollo de software. Como es lógico implantar este esquema de trabajo requiere de personas que funcionen en él.

No es fácil vender, no es fácil crear una relación de confianza entre con un cliente que sea capaz de aguantar el paso del tiempo.

Pasan muchas cosas, suele haber desgaste, es cierto que el proveedor se equivoca muchas veces, como también se equivoca muchas veces el cliente.

Pese a todo, lo que no cabe duda es que una relación consolidada y duradera entre un cliente y un proveedor es beneficiosa para ambas partes, en primer lugar porque si se ha llegado a ese punto es porque ambas partes se han entendido y si ha sido así es porque en el cómputo general (habrá momentos mejores y peores) todos han ganado y en segundo lugar porque la confianza simplifica mucho la gestión y permite tomar decisiones que proporcionan una ventaja competitiva que por su riesgo en otros casos no se tomarían.

Por ejemplo, si deseas reducir tu almacén pero te cuesta mucho dinero parar la producción por falta de materia prima, tienes puedes confiar en que un proveedor que te suministre lo que necesitas cuando lo necesitas. Si no confías en que ninguno te pueda prestar ese servicio, tendrás que hacer las cosas con mayor anticipación y asumir el coste que conlleva almacenar toda esa materia prima.

Confianza es la palabra clave y eso se consigue minimizando los fallos y produciendo un beneficio al cliente. Es cierto, tal y como decía la principio, que es difícil vender, que es difícil consolidar, pero también lo es que la clave es conseguir satisfacción del cliente.

¿Qué a veces el cliente se porta mal? Sí, pero también es cierto que muchas veces no importa si el cliente es bueno o malo, solo se mira el beneficio, el corto plazo, ¿qué no queda satisfecho con el trabajo? No importa, hay muchos peces.

El problema es que ya no hay tantos peces.