La necesidad de creer en lo que se hace

Cuando dejamos de creer en nuestro trabajo o en la finalidad del mismo tiene como consecuencia una pérdida de motivación y en consecuencia de la productividad.

Dejamos de creer cuando vemos que hagamos lo que hagamos no conseguimos cambiar nada, mejorar, avanzar, ya sea en el plano personal, de nuestro departamento, de la organización o de la sociedad. En ese momento nos convertimos en robots, donde nuestra energía nos la da el sueldo que recibimos cada mes.

Nosotros tenemos la capacidad de transformar cualquier situación, por lo que el hecho de creer o no creer es algo que sale de nuestro interior, no obstante, se requiere voluntad de hierro cuando por más empeño que se ponga no obtenemos los resultados que esperamos. Hay que tener en cuenta que en función de donde nos encontremos dentro de la estructura organizativa, nuestros actos y acciones pueden ser eliminados directa o indirectamente por la aplicación de determinadas políticas o decisiones.

Solo podemos tener control sobre nuestro trabajo directo e intentar hacerlo lo mejor posible, eso de por sí nos debería crear una gran satisfacción, pero muchos de nosotros necesitamos algo más que eso, necesitamos sentir que colaboramos para algo más grande y seguramente en muchos casos lo consigamos y no nos demos cuenta, ya que somos una pieza más dentro de la maquinaria de nuestra organización y si dentro de ella nos cuesta encontrar nuestra influencia en su desarrollo, mucho más complejo resulta cuando el trabajo se realiza para clientes con los que lo mismo (en función de nuestro rol en la organización) ni llegamos a tratar.

Por todo lo anterior, considero muy necesario que las organizaciones informen internamente de los logros que se van consiguiendo, no solo como empresa o institución, sino de cara a los clientes y a la sociedad. Es algo que no cuesta mucho, para los resultados que puede llegar a obtener.

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