¡Cuántos proyectos se fastidian por retrasarse una y otra vez los pasos a producción o los procesos de desarrollo!, más incluso de los que pensamos. Los motivos para retrasarse pueden ser de lo más variopinto, en este artículo me voy a centrar en la indecisión (muy relacionada con la búsqueda de la perfección o por el temor a las consecuencias de poner el producto en producción).
La indecisión surge por una causa tan humana como el temor a meter la pata y que se ponga un producto en explotación que no satisfaga las necesidades del usuario o bien por pensar que el producto no cumple con unos criterios mínimos de calidad.
Esta situación puede estar más que justificada y por tanto la decisión resultante de no pasar a producción hasta no tenerlo claro o que se alcancen esos mínimos que se requieren, puede ser en muchos casos lo más correcto. Tampoco hay fórmulas mágicas en esto, depende del proyecto, de las circunstancias, de los usuarios, del proveedor de servicios de desarrollo, etc…
En cualquier caso sí que hay indicios que pueden aconsejar que se opte por tirar hacia adelante, ¿cuáles son? Pues la sensación de que el proyecto está atascado, que no se avanza, que se dan diferentes vueltas a un conjunto de funcionalidades y no se terminan de cerrar, que los usuarios empiezan a sentirse menos implicados en el proyecto, etc… Todos los que nos dedicamos a esto, sabéis muy bien cuáles son estas sensaciones y seguro que las habéis vivido en primera persona.
Este artículo no va de huir hacia adelante, sino de ser conscientes de que hay veces que para que un proyecto termine de salir (o termine de no salir) es necesario ponerlo en producción y a partir de ahí ir mejorando poco a poco si merece la pena o descartarlo y no perder más tiempo, esfuerzo y dinero en él. Huir hacia adelante implicaría aplicar esta política en todos los casos y no siempre resulta conveniente, sobre todo si se es consciente de que es posible poner el proyecto en producción de mejor manera, en un plazo razonable sin que afecte a su viabilidad.